Que queremos los jóvenes de la Iglesia en este mes de la juventud



Me atrevo a tomar la voz de los jóvenes en este Mes de la Juventud, hablar por ellos y siendo yo también uno de ellos. Escribo a la Iglesia y desde la Iglesia pues sé que aquí tenemos una voz, pues ya hemos sido silenciados por el materialismo en la sociedad, por la desigualdad en el ámbito laboral, por la indiferencia en un sistema educativo  que expulsa antes de tender la mano: en la Iglesia se nos sigue dando una voz, que algunos amenazan quitarnos.
Solo queremos pedir tres cosas, no las pedimos bloqueando calles o intentando paralizar al país, las pedimos apelando a las conciencias del pueblo de Dios en la dinámica de la semilla de mostaza, que no hace ruido al caer en tierra  pero que anuncia con su frondosidad la grandeza de la potencia que lleva por dentro.

Primero queremos que no se nos deje solos, “El infierno es estar solo”, nos decía hace un tiempo el entonces Cardenal Ratzinger. Duele ver a los grupos de jóvenes muchas veces morir ahogados por la indiferencia, en la soledad. La Iglesia es Comunión, acogida que da Vida, pero muchos grupos de jóvenes son condenados al infierno de la soledad, de la falta de acompañamiento, de las buenas intenciones que se quedan a distancia o se ponen amarillas en un papel. ¡Estén con nosotros, por favor! Lloren con los que lloramos, vengan: rían junto nosotros (Rom 12,15) ansiamos y esperamos ver la Comunión como un gozo de todos y no como un don monopolizado por unos cuantos. Dennos esa Vida de la Comunión por favor, el mundo actual nos devora a los jóvenes y nos disocia de nuestra vida familiar, vocacional, social; que no seamos también devorados por el lobo de la indiferencia dentro de nuestra propia Madre. No queremos seguir siendo el pecado de omisión que muchas veces hemos sido, que más doloroso que la muerte repentina de no ser escuchados es la muerte a fuego lento de ser ignorados progresivamente; decir en nuestra pastoral “ahí están los jóvenes y lo sabemos” debería remplazarse con “aquí estamos con los jóvenes: y lo sabemos!”.

Lo segundo que deseamos pedir se desprende de lo primero: vengan a nosotros, no tengan miedo. Todos saben donde estamos, lo malo es que hemos sido invisibilizados, aparecemos solo cuando se dice algo malo de nosotros o cuando nos critican. Queremos ver a una Iglesia en salida, accidentada con nosotros, ayudándonos a levantarnos. Nosotros no somos un toro furioso que viene de frente a llevarse abajo los planes pastorales, somos un hijo pródigo que desea volver al Amor del Padre pero que no encuentra el camino de vuelta a casa y necesitamos hermanos que caminen con nosotros y no solo dedos que nos señalen nuestro destino. Queremos valientes que venzan el miedo de construir la comunión solo dentro de las cuatro paredes de un salón y se lancen con el fuego transformador del Pentecostés a anunciar el Evangelio hasta debajo de las piedras donde nos hemos escondido. Pedimos que se intenten cambiar los esfuerzos Pastorales del “Vengan aquí” por el “Vamos a ellos”.



Y lo principal que pedimos, lo más grande que deseamos es a Cristo. ¡Dénnoslo a Él! Él responde a nuestros más grandes anhelos, Él es el gran tesoro donde desea estar puesto nuestro corazón. Antes que la planeación pastoral y los procesos exhaustivos necesitamos a Quien le da sentido a todo. Necesitamos sentirnos hijos amados pues ahora en su mayoría se nos ve como sujetos en deuda: en deuda con la sociedad, en deuda con la Iglesia, en deuda con el mundo, en deuda con la política; no somos un activo sin rostro ni nombre: somos hijos de un mismo Dios con igual dignidad.
Gracias por escucharnos, este mes es muy especial para nosotros, y este año nuestro lema es “Vive tu fe”, pero no solamente es algo para nosotros los jóvenes, es un llamado para toda la Iglesia. Si creemos en el Señor de la acogida, este es el tiempo propicio para vivirlo: vamos con Cristo a liberar a los jóvenes del infierno de la soledad, erradiquemos de la comunidad eclesial la plaga de la indiferencia y el conservacionismo, y salgamos al encuentro de los jóvenes con un Cristo vivo en medio de nosotros. ¡Esta es la Buena Noticia que estamos esperando!
(Todas las fotografías son mías, y ahora de ustedes también)

Comentarios

Entradas populares de este blog

El joven y el sacerdote que llora

El joven y las Rosas en el Desierto

No voy a ir a la JMJ en Panamá