¿Qué hicieron 20 mil jóvenes en el Puerto el sábado?



Meses de planeación, de trabajos improvisados para ajustar el viaje hasta Puntarenas, meses de expectativa y preparación en cada grupo juvenil del país sin importar si se reúnen en el más sofisticado salón pastoral o en el más modesto saloncito. ¿Cómo será este año? ¿Estará Puntarenas “al punto” y dará en el blanco? Eso no lo determinaré yo, pues 15 mil jóvenes tienen su voz y la usarán en las redes para expresarse. 

De lo que vengo a hablar es de algo diferente: Costa Rica en parte es el país que magnifica lo absurdo y esconde lo sensato para acomodárselo todo a su interés, pero 15 mil jóvenes que bajaron desde los 4 puntos cardinales a la orilla del mar y se concentraron en el caluroso Paseo de los turistas no son para taparlos con un dedo ni esconderlos debajo del tapete. “¡Ni pa´la Virgencita del Mar nos llegó este tropel de gente!” decía la señora sentada en el corredor de su casa al frente de la playa que veía su acera invadida por los jóvenes visitantes que improvisaban ahí su espacio para almorzar. Todos los medios cubren sin falta eventos que engrosan a una audiencia que se zambulle en el más burdo amarillismo, pero 15 mil jóvenes venidos de todo el país no les hacen cosquillas, el evento juvenil (religioso y no religioso) que convoca más jóvenes en el país les es indiferente por el anticlericalismo que provoca que le hagan la cruz a todo aquello que les huele a Dios o a Iglesia.

Pero por ellos no es este blog, sino por Alguien que habló tan alto que el rugir de las olas ni la emoción del griterío joven pudo callar. Aún todo el estigma que carga este evento anual curiosamente no hacia afuera de la Iglesia sino desde adentro, hay signos evidentes de lo que evoca en el corazón del joven una experiencia como ésta. Primero para algunos fue un grito de Victoria: grupos enteros triunfaron contra la falta de apoyo de entornos parroquiales hostiles hacia el esfuerzo pastoral con los jóvenes. Para muchos fue una verdadera odisea poner un pie en Punatrenas en ese alegre sábado, pero el estar ahí fue la confirmación de que Dios mismo eleva de la basura al pobre que le pedía auxilio, siendo los jóvenes de los grandes pobres a los que se dirige la acción pastoral


Para otros fue una Inquietud que atravesó su mismo corazón. Fue curioso encontrarse con un amalgamado irregular de tolditos que se alzaban en el corazón del Paseo de los Turistas, ejércitos de velos, rosarios y hábitos salían al encuentro de jóvenes que se acercaban como exploradores que venían a descubrir quiénes eran estos que les sonreían con el alma y los acogían como hijos, estos que irradiaban la paz más grande a pesar de vestir pesados hábitos en medio de un calor asfixiante. Estos toldos no le vendían cachivaches innecesarios ni vieron a los jóvenes como consumidores en potencia, estos toldos eran tiendas de encuentro donde con papelitos llamativos y sentidas invitaciones se imprimieron las alegrías del testimonio de una vida entregada completamente al Señor. Más de un joven salió con algo más que arena en los pies ese día en la playa, se llevó algo más grande que unos cuantos souvenirs, se llevó una llamada en su corazón que se afinó como la arena que pisaban sus pies.


Pero también se vió algo poco común, estolas moradas bailaban con la brisa porteña mientras el pequeño rompeolas del Paseo de los Turistas se convirtió en el confesionario perfecto para que cientos de jóvenes se acercaran al sacramento de la reconciliación. Ni el sol implacable ni la seducción  de tener miles de distracciones a su alrededor disminuyeron las largas filas de jóvenes que se prolongaron por horas. Por unas horas este rompeolas fue el testigo de las luchas, miedos y debilidades que enfrenta el Pueblo joven de Dios, pero también fue el testigo de la gracia que venía a hacer nuevas todas las cosas y a lavar la vida de muchos jóvenes entre el ir y venir de las olas. Con la carnada del perdón se logró la pesca del día, cientos de jóvenes con una nueva esperanza en sus vidas.


Los que defienden que el joven ya no se interesa en la Iglesia y sus “ritos” debieron haber visto al que hace unos momentos era un bullicioso Paseo de los Turistas quedar en completo silencio en el momento cuando inició la Eucaristía, o tal vez se quedarían callados al mirar a miles de jóvenes caer de rodillas en la arena al momento en que desde un barco se abría paso entre las olas Jesús Sacramentado, o se tragarían sus argumentos al ver a grupos entonar alabanzas en media calle al sonar de la guitarra y el pandero invitando a desconocidos a unírseles a danzar. Ya es hora de echar a la basura ese falso y ya gastado prejuicio hacia el joven-Iglesia, o intentar empuñar algún otro, pues rápidamente el Espíritu Santo que actúa en el corazón de la juventud se lo traería abajo también (y esto no es soberbia, sino confianza)

¿Qué hicieron 15 mil jóvenes que bajaron hasta Puntarenas como ríos hasta unirse en un mismo mar? Una palabra: hicieron Iglesia. Y en medio de un día caluroso en las calles de Puntarenas hicieron una cosa: ¡Vivieron su Fe!

Comentarios

Entradas populares de este blog

El joven y el sacerdote que llora

El joven y las Rosas en el Desierto

No voy a ir a la JMJ en Panamá