El joven que huele a viejo



Es una raza nueva de jóvenes, que nacen del querer vivir los sueños ajenos. Son la antítesis de la juventud auténtica, quieren usar lo descontinuado para construir lo nuevo, quieren hacer un futuro de retazos.
Aquí hay dos imágenes que ilustran bien esta situación:
Son imágenes simples: ambos son instrumentos para medir el tiempo, pero uno está desactualizado para responder a las necesidades actuales, el otro es apto y adecuado a nuestros tiempos. Los dos cumplen la misma función, cambia solamente la forma en que lo hacen.
Justamente este es el misterio del joven envejecido, ha recolectado en sí las mañas del pasado y todo aquello que funcionó en un momento. Ha hecho suyos los sueños ajenos y vive en la frustración de no estar nunca satisfecho.

El joven en su servicio pastoral se ve retado por esta tentación de heredar cacicazgos o liderazgos cansados, seguir reanimando modelos pastorales desactualizados para responder a una nueva generación de jóvenes con sed de la novedad de Dios que terminan aún más sedientos. Es más susceptible el joven a esta tentación que a su extremo (que de hecho es el más atacado por la Iglesia): el joven que desestima Evangelio por la novedad disipando el mensaje salvífico.

Un joven debería asustarse cuando disfrazado de elogio se le diga: "Mire, usted imita muy bien lo que los viejos construimos", o "Usted en su forma de ser es igualitito al padre tal", "Usted habla igual que tal servidor". No estamos hablando aquí de ser incapaces de reconocer lo bueno de las generaciones que nos precedieron o menospreciar la memoria histórica que tenemos como Pueblo de Dios, hablamos de tener un corazón abierto para sentir los signos de los tiempos y saber que continuar la Historia es una cosa muy diferente a repetirla. Estas generaciones que nos precedieron (nuestros padres y abuelos) vivieron los nuevos aires post-conciliares que los llevaron a remar mar adentro para responder a las exigencias que esto suponía; no se vale que nosotros las nuevas generaciones nos quedemos de brazos cruzados repitiendo los mismos métodos, encerrados en cuatro paredes creyendo que nos toca defender lo nuestro dejando al Espíritu Santo sentado en la banca.
 Aquí hay personas que se atrevieron a soñar fuera de la caja, anuncian al mismo Cristo en formas diferentes sin que esto le reste valor:




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