El joven zombie




Nunca fui un junkie del celular. Bastaba tener un aparato que recibiera llamadas y enviara mensajes para mantenerme seguro, no sé realmente en que momento el celular se volvió tan necesario.  Al inicio fue un drama pero ahora puedo decir que un celular estropeado ha sido una de las mejores cosas que me han pasado últimamente. 


No es una trivialidad, es un reality check. Está siempre en nuestro discurso la imperante necesidad de no apegarse mucho a los medios porque se terminan desestimando los fines, pero como la mayoría de los supuestos este también se termina archivando en el montón de lo “sabido” hasta pegar de frente con un muro. Hoy tenemos una app para todo: para salir a caminar, para compartir fotos de lo que se come, para ver a alguien al otro lado del mundo o conocer a la distancia sitios que nunca visitaremos; hemos virtualizado cada parte de nuestra vida y la hemos comprimido en un pequeño celular. 


La aparente innovadora tecnología de nuestros móviles tiene la función irónica de crearnos un hábito de normalidad, tener al alcance de la mano todo lo que se necesita no es un reto para nadie ni mucho menos un adelanto: avanza el desarrollo de las herramientas pero los usuarios nos estancamos en lo conocido. De este pequeño aparato depende el levantarnos cada mañana, comunicarnos de manera “más eficiente”, hacer trámites, ubicarnos para ir a algún lugar, mostrar lo que nos gusta; lo que antes hacíamos por nosotros mismos ahora depende de un celular: hemos creado teléfonos inteligentes que nos han convertido en tontos.


La vida social de un joven es directamente proporcional a la carga de la batería o de la recarga de su celular, es más probable para un joven vivir sin agua que sin recarga. Un estudio realizado en universidades de Reino Unido revela que 4 de cada 5 jóvenes presenta malestar significativo físico y mental, confusión y sobre todo un estado de aislamiento extremo cuando son privados de usar dispositivos tecnológicos. Los responsables del estudio aseguran que estos rasgos son característicos del síndrome de abstinencia producido por las drogas o el alcohol. Muestra de esto es también el Síndrome de vibración fantasma, que se refiere a sentir que el celular está vibrando pero en la realidad no lo está y  9 de cada 10 jóvenes lo sufren.


El celular utilizado de manera dependiente intenta llenar el vacío que el joven siente: la necesidad de ser escuchado, comprendido, conocido, elogiado; pero también la necesidad de crear una realidad alterna a la propia para no lidiar con sus demonios como lo son la falta de autoestima, los problemas familiares, el bullying, la falta de sentido y la soledad. Ya sea la foto distorsionada en una red social, el cambio de actitud al momento de usar un celular, usar el teléfono aun cuando estoy en momentos de compartir, todos estos son signos de que ya no usamos la tecnología sino que la tecnología nos usa a nosotros.


Pero siempre nos podemos desconectar en momentos de la tecnología y darnos cuenta que nada pasa, y este es uno de los retos más grandes en la actualidad para nosotros los jóvenes: crear relaciones significativas lejos de una pantalla, cambiar las palabras creadas en teclados por  desarrollar una comunicación directa y edificante con los demás, empezar a ser auténticos y a trascender hacia lo eterno para no depender de la gratificación instantánea que logro con un celular.


Este no es un tratado para satanizar los celulares, sino para darles el justo valor que merecen. Pablo nos da un consejo que nos puede servir: “Todo está permitido, pero no todo me conviene. Todo está permitido, pero no todo me hace bien. Que cada uno piense no en sí, sino en los demás” (I Cor 10, 23-24). Solo Cristo nos saca del ensimismamiento que nos ahoga y ata a lo temporal para darle un nuevo horizonte a nuestras vidas, lejos de la satisfacción inmediata que engaña a nuestros sentidos solo en Él encontramos la plenitud verdadera y la alegría que no depende de los medios y circunstancias y que nos pone en contacto real con los demás.

Así que un celular dañado me hizo revisarme y volverme a encontrar con Aquel que no depende de la carga o de la señal.

Comentarios

  1. Muy bueno su artículo! "hemos creado teléfonos inteligentes que nos han convertido en tontos.", una frase muy fuerte. Nos hace reflexionar sobre los ídolos modernos y como estos poco a poco van cerrando las relaciones sociales directas tan necesarias para la sana convivencia entre los seres humanos. Gracias Cesar! Dios te bendiga!

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