13 razones para no invisibilizar el suicidio
13 razones para no invisibilizar el suicidio
Lo reconozco, di mi brazo a torcer y en un fin de semana
junto con el 90% de los adolescentes (y no tanto, ahí entro yo) que existen me
dediqué a ver toda la temporada de la serie hit de Netflix “13 reasons why”.
Para los que no lo sepan y vivan debajo de una roca donde Netflix
no es una opción (o cualquier sitio de streaming en realidad) y no sepan en que
consiste el boom de esta serie Wikipedia no deja de fallarnos: “trata sobre un
chico, Clay Jensen, que recibe 13 cassettes en los que su compañera de colegio
Hannah Baker explica las razones que la llevaron a suicidarse.”, pero ojalá
fuera tan fácil como lo parece, quienes hemos visto esta temporada lo sabremos.
Puedo intentar hacer de todo pero sé bien lo que puedo hacer
bien, no soy psicólogo, ni coach de vida, ni sociólogo, ni crítico de TV, ni
orientador, así que no voy a intentar ser ninguno de estos en esta entrada de
blog.
El hecho que esta serie esté siendo elevada a los altares de
la TV como la mejor del 2017 reside en la popularidad que tiene en su grupo de
destinatarios base, los adolescentes. Una serie cruda, muy cruda, que muestra
la realidad tal cuál es, está teniendo impacto en los adolescentes que ya no se
refugian detrás de la magia de Hogwarts, de los futuros distópicos de Los
Juegos del Hambre o Maze Runner; detrás de la búsqueda de estas fantasías hay
algo de todos los días que duele y que se quiere ocultar, y esta serie lo
revela sin miedo.
Esta serie quita los velos que cubren el tema del suicidio y
nos introduce en la realidad de la nueva generación de millenials (adolescentes-jóvenes)
que es más complicada que lo que su cobertura plástica nos deja ver. Nos
muestra todo el espectro que habita en el ser del joven actual (y no tanto) que
lo puede llevar a una situación límite: el bullying, el slutshaming,
drunkdriving, bodyshaming, sexting, cutting y muchas nuevas palabras nuevas que
más de uno no conoce (¿y tú?), y más que al no conocerlas nos encadena
directamente con la serie y su premisa: ignorar el sufrimiento de los jóvenes
nos hace inmediatamente cómplices de su autodestrucción.
Más de 13 fueron los sentimientos encontrados que tuve al ver
la serie. Cada uno de ellos me llevó a quitarme un prejuicio a la vez, y me
dolió caer en la cuenta que ninguno de ellos le hace un favor a tantos jóvenes
que han llegado al borde del precipicio al que llegó Hannah, la protagonista de
la serie. Sentir al principio que la serie era un tanto exagerada, luego ir
viendo poco a poco como esos jóvenes con los que me encuentro todos los días
fácilmente son los arquetipos que ahora desfilaban en mi pantalla.
Hay muchas estadísticas ahí afuera sobre el suicidio y el
sistema que lo circunda, búsquenlas, eso les toca a ustedes. Todos al parecer
las tienen o las conocen: los orientadores de colegios, los psicólogos, los
terapeutas, los centros de salud, los animadores de jóvenes también las
manejamos. Y eso no es seguridad de conocer esta problemática a fondo, pero sí
de mostrar interés, ese si es el primer paso. Es algo complejo el suicidio,
lidiar con él y sus consecuencias. Por mucho tiempo y hasta hace poco estuvo
oculto en las tinieblas del “de eso no se habla”, un silencio automático lo
rodeaba, y eso no ayudaba a los jóvenes que no le veían ya ningún sentido a sus
vidas.
Es una realidad y debe ser enfrentada, y los índices que van
en aumento nos llaman a la conciencia de que no lo estamos haciendo
adecuadamente. Un tatuaje por moda o un comentario de Facebook viral que se
pega en el muro y que inicia así como “las puertas de mi casa y de mi muro
siempre estarán abiertas…” realmente no está respondiendo adecuadamente a
ayudar al joven que se encuentra en esta situación, está tocando solo la
superficie, y eso se queda muy corto. Esto es muy poco lo que hace; conozco
personalmente a gente que ponen estos comentarios en sus muros y sus acciones
demuestran que no tardarían lo que duran 13 cassetes en hundir con sus malas
intenciones, comentarios y burlas a cualquier enemigo (declarado o no) que
tengan. Y estamos claros, una entrada de blog como esta es poco lo que puede
hacer también, no me cuesta aceptarlo.
La única manera de entrarle a esto de una manera efectiva es
a cuentagotas, siendo cercanos con los jóvenes, saliendo de nuestras comodidades.
Dejar de creer ingenuamente que un mensaje que se pega en el muro de Facebook, o
usar una pulsera o algún otro signo externo de “solidaridad” mientras que
seguimos nuestra vida normal como si nada estuviera pasando, cubre nuestra
cuota de involucramiento en este asunto. Esto lo deja claro la serie en sus
últimos minutos cuando Clay (protagonista) decide no invisibilizar a una amiga
no tan cercana (como en su momento lo hizo con Hannah) que se hace cortadas en sus
brazos, y decide hablar con ella y ofrecerle su cercanía. Esta es la respuesta,
saber estar al lado del joven que sufre, eso es todo. Todavía recuerdo los afiches
sobre el suicidio en mi tiempo de colegio que se podrían fuera de las oficinas
de orientación o que se caían en medio pasillo luego de ser ignorados por media
humanidad, pero también recuerdo a los compañeros y profesores que estuvieron
ahí, que cruzaron la línea de lo “políticamente correcto”, de lo que “se podía
hacer”, y me tendieron la mano cuando las situaciones se ponían cuesta arriba.
La fe es una respuesta eficaz en estos casos, en el mío lo
fue y ha sido y puedo dar testimonio de ello. Pero debemos aceptar que esa no
es la realidad de tantos y tantos jóvenes a los que no les podemos dar cuidados
intensivos cuando lo que ocupan son primeros auxilios. Pero sin dejar esto de
lado, nuestra fe también nos debe empujar a salir de nuestras comodidades y
salir al encuentro de todos estos jóvenes y compartir con ellos nuestro ánimo y
nuestra Esperanza.
Y al final, amarrando todo, esta sigue siendo la forma
atemporal de cómo enfrentar esto, comunicación honesta y sincera persona a
persona, insistente, cercana. Recomiendo que vean 13 Reasons Why, ábranse una
cuentita de Netflix, a ratos les sale gratis, y véanla. Pídanle a alguien que
sepa que se las enseñe. Abramos los ojos. Los jóvenes cuentan con nosotros, que
no nos persiga para siempre el “¿Qué no he hecho por los jóvenes?”
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