El joven detrás de la pantalla



El joven detrás de la pantalla


Siempre inicio mi blog con la cabeza llena de ideas que se conectan, la fluidez no es un problema que normalmente me quite la paz. Se precipitan y explotan, y quedan reflejadas en mis párrafos, que no son los más consistentes, pero sí los más sinceros.


Hoy ese no es el caso, pasa lo contrario. Aparentemente estoy embotado, pero nace de mi corazón un impulso a escribirlo aquí, hace poco escuché de las flores bellas que nacen en las aguas estancadas y en las plantas de tratamiento de aguas, y de cómo su belleza no se condiciona por el lugar en el que crecen, tal vez ésta es una de esas flores.


El joven actual sufre. No es una idea, tampoco una hipótesis, y menos una suposición, es una realidad. Yo ya estoy empezando a tocar la línea que me da el paso a ser un joven adulto según los cánones de la sociología actual, por lo que puedo mirar esto con una perspectiva más clara.


Y desde que comprendí lo que es el sufrimiento nunca lo he afrontado como un problema sino como un reto, aunque a veces nos eche al suelo y nos revuelque, he aprendido a mirar el sufrimiento a la cara. Dado por un hecho, el sufrimiento especialmente en los jóvenes, respaldado por frías y alarmantes encuestas, publicado en primera plana de los periódicos, disimulado en los pasillos de colegios y calles de los barrios, solo nos deja una pregunta: ¿Qué estamos haciendo por estos jóvenes?


Ningún estudio de la sociología moderna nos prepara completamente para tomar la mano de un joven que llora la injusticia en que vive, del joven que resume su vida como la consecuencia visible de las malas decisiones de los demás, del joven traicionado por los debieron enseñarlo a amar. No diré que tengo autoridad en esto, pero si experiencia. Y redundo en decir que nada me autoriza a hacer ningún estudio sobre esta realidad. Muchos más capacitados dirán que mejor tonto callado que tonto hablando y yo soy el primero en darles la razón, pero ya son muchas lágrimas, incluso las propias, que he secado y esto no me lo quita nadie.


El joven sufre porque no ama y no es amado, así de primeras y sin anestesia. La explosión de fenómenos auto-destructivos  que muchas veces nos escalofrían y que están presentes en esta nueva camada de jóvenes lo evidencian. Mientras que nuestra pauta fue aguantar o enfrentar por nosotros mismos (optar por 2 extremos: reprensión o resilencia), esta nueva generación tiene sus heridas abiertas y expuestas, y debemos estar muy ciegos para no notarlas. Su microcosmos no fue educado con la resistencia necesaria a la frustración, nunca se les dieron las herramientas adecuadas para enfrentar la realidad con lo que ella traiga. Por eso las tendencias que de vez en cuando aparecen en redes sociales de estos jóvenes que a muchos escandalizan, si lo contemplamos bajo esta luz, raya en la “normalidad” relativa de este contexto.


Sería muy simplista e irresponsable reducir el sufrimiento a algo que “ya es” de esta generación de jóvenes, como si el dolor fuera algo propio de un grupo etario. Ha quedado comprobado que la trasnochada noción de “el joven sufre por falta de oficio” es inválida, una cosa es enfrentar y otra es distraer, el joven sigue sufriendo aún con jornadas de trabajo de 12 horas al hombro. Tampoco el joven sufre por caprichos o tonterías, porque entonces deberíamos decir (Dios nos libre) que una familia que perdió a un joven porqué se quitó la vida, enfrenta las consecuencias de una “tontería”, y aunque suene desencarnado y duro (me ha costado escribirlo), hay que montarse a un bus y escuchar la “filosofía del pueblo” decir semejantes barrabasadas como estas. Y también está comprobado que no es supliendo vacíos con cosas que se evita el sufrir, los jóvenes que hoy más sufren son los que una vez se les dio todo lo que querían, la fría pantalla del celular que alguno de sus padres le dio a estos jóvenes no les pregunta al final del día que cómo se sienten ni les dará un abrazo antes de irse a dormir.


Amar al joven lo arrancará del sufrimiento, o al menos lo hará llevadero. Y no me pregunte cómo se ama al joven actual, no sea que usted también esté en una crisis de amor al igual que estos jóvenes, pero a diferencia de ellos, no lo reconoce. Todos sabemos cómo: acompañando, escuchando, pero también metiéndonos con ellos al redondel a torear las más difíciles pruebas. Aceptémoslo, es lo menos que podemos hacer, pues el mundo que viven ellos hoy se lo hemos dejado nosotros. Con gestos de cercanía y solidaridad, tratándolos como personas y no como números o piezas de maquinaria, dejando de juzgarlos, poniéndonos en sus zapatos.


El joven embotado que escribió esta entrada de blog tiene un poco más claro su estancamiento, nadie quiere ponerse de frente a los fantasmas que lo persiguen, pero por los jóvenes y con ellos Dios me permite asumirlo con amor. Sufro, porque ellos sufren. Y porque ellos sufren, no me puedo quedar sin hacer nada. Es tiempo de soltar el teclado y poner en marcha al corazón, los jóvenes esperan.


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